Naturaleza y Artificio
No se pueden mirar las fotografías de Iñaki Bergera sin unir sus dos mundos, la arquitectura y la fotografía. Da igual cuál sea el motivo fotografiado, todo tiene que ver con esa mirada educada y formada desde esos dos espacios, una mirada que se detiene certera en ese momento mágico que convierte una escena en una imagen irrepetible, una puesta de sol, un amanecer, el reflejo de una luz en un edificio, el agua… Para él, ser arquitecto no es sólo una profesión, es una actitud, una manera de enfrentarse al mundo que nos rodea, un mundo en el que el paisaje se funde con la arquitectura, con los objetos y con el ser humano. “Los arquitectos, para bien o para mal, tenemos la capacidad de transformar el mundo con nuestras obras. Mirar, abstraer, transformar: en eso consiste la arquitectura. Y en eso consiste la fotografía”, explica. Su profesión y su afición, aunque a veces ambas son una misma cosa. Todo empezó a partir de sus fotografías de montaña y de naturaleza, paisajes que con el tiempo se fueron completando con escenas de ciudades, retratos de personas... al principio sin más vocación que enviarlas a algún concurso y a alguna publicación, pero poco a poco con una pretensión cada vez más artística, más humanista, más libre, más creativa. Y en ello fue decisiva su estancia en EEUU, donde realizó un curso de fotografía en el año 2002. Un punto de inflexión.
Bergera defiende la necesidad de educar la mirada, de adquirir disciplina al mirar para poder ver allí donde otros ojos no intuyen. Es de los que cree que para crear desde la realidad primero hay que aprender a mirarla para luego poder transformarla en las fotografías. En su caso, la mirada arquitectónica siempre está en sus fotos, en las que cuida mucho la composición, el detalle, evitando lo superfluo, porque siempre hay una voluntad de crear, de buscar un escenario a partir del cual ir componiendo la escena, poniendo o no personajes, objetos, referencias. Para él, la naturaleza y sobre todo la ciudad son como un telón de fondo para la acción que luego fotografía. Aunque su trabajo fotográfico es muy amplio, a partir de los textos de sus anteriores exposiciones, (la que realizó en el Pabellón de Mixtos de la Ciudadela de Pamplona, América Paisaje urbano en 2006 y la que se pudo ver en la Fundación Metrópoli, Historia de dos ciudades, con imágenes de Nueva York y Estambul, en 2008), se puede hablar de que la suya es más que una fotografía artística, documental, en la que casi siempre busca y encuentra las huellas del hombre en el paisaje en la ciudad, en esa inevitable transformación industrial que sufre nuestro entorno.
Es eso que algunos han llamado paisaje humanizado. No le interesa tanto la fotografía preciosista como adentrarse en las sensaciones, en el misterio, en la aventura. En su caso es difícil muchas veces ver el límite entre la afición y la profesión. “Los arquitectos somos inquietos y abarcamos muchos campos”, dice y eso se nota en la variedad de su obra. “Fruto de mi formación arquitectónica desde siempre me interesó la ciudad, la composición del paisaje, y siempre está la naturaleza como referente. Cuando tienes los dos delante descubres que los dos son complejos y que en el choque de la naturaleza y la ciudad es donde nos movemos. En este espacio de transición frente a la arquitectura fuerte y rotunda, oficial, aparece esa otra arquitectura marginal, anónima y débil que habla de nostalgia y ausencias. Por eso para esta exposición propongo, con el título de Naturaleza y artificio una serie de imágenes en las que encuentras arquitecturas anónimas, objetos arquitectónicos, en medio de la nada; lugares abstractos; voy a una naturaleza mucho más impura, en destrucción y trato de encontrar en ella objetos que hablan de la arquitectura con un carácter poco evidente para ver como dialogan los objetos con lo natural. No quiero ensalzar el feísmo, pero son los paisajes que nos rodean”, explica Bergera.
Son imágenes tomadas entre 2009 y 2010 en Navarra y Aragón que se agrupan en distintos bloques, pequeñas historias dentro de una misma temática. Así retrata los postes de luz en medio del paisaje, cómo se introducen en la naturaleza como paradigma de lo industrial y van erosionando el paisaje; espacios en los que aparecen antiguos vehículos abandonados en los que se intuye un punto melancólico de abandono, de algo que ha tenido un uso y ahora ya no lo tiene; paisajes neutros con casetas o elementos arquitectónicos singulares que nacen sin la vocación de ser nada pero que tienen una función y unos paisajes más indómitos en los que de repente interviene el hombre a través de caminos que te marcan un destino. Siempre cuidando la composición, la luz, los elementos naturales… el lenguaje plástico.
Alicia Ezker
[Text on ‘Naturaleza y Artificio’, 2010]